En general, las condiciones de paz pactadas en 1605 entre España e Inglaterra resultaron favorables a la primera. Pero, aún así, Madrid tuvo que ceder en algunas cuestiones y una de las más singulares fue incluir una cláusula que estipulaba que la Inquisición dejaría de perseguir por sistema a los súbditos del otro país, poniendo fin a los continuos problemas de religión. Sin embargo, no era raro que los marineros ingleses en puertos españoles se metiesen en líos de ese tipo, a menudo como resultado de un exceso de alcohol.
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