Marina Abramovic (Belgrado, 1946) habla con el aplomo que dan los años, segura y relajada, desde su casa de campo del norte de Nueva York, junto a un gran ventanal por el que se adivina un jardín que, cuenta, cuida ella misma. Pionera de la performance en los años 70 y una de sus más férreas defensoras, lleva décadas poniendo su cuerpo, y su mente, al límite. Es el primer Premio Princesa de Asturias de las Artes a una creadora.
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