El chico de la Gran Dolina era una chica. El hombre de Flores era una mujer. Y la Dama de Baza no era la tumba de un hombre, sino de una mujer, por muchas armas que hubiera en el enterramiento. La historia no deja de corregirse a sí misma o, mejor dicho, de corregir el “sesgo machista” de los historiadores y arqueólogos, como critica Marga Sánchez Romero.
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