En 1583, Diego de Sotomayor, un notable de Sevilla, regaló al Secretario del Consejo de Indias, Antonio de Eraso, un insólito animal que había recibido del caribe: un loro, único superviviente de un conjunto más amplio de animales en la travesía transatlántica. No se sabe de dónde procedía exactamente -quizá Cuba-, pero causó cierta expectación al saberse que podía aprender a decir palabras.
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