La señora Long Eang lloró durante meses después de que los jemeres rojos se llevaran a su marido y a sus hijos en 1975. Refugiada en California, se lo contó a su oftalmóloga. Le dijo que había llorado a diario durante cuatro años. Y que, al parar, había perdido la visión. Otras mujeres contaban historias similares. Todas creían no poder ver. Pero sus ojos estaban bien. Sus cerebros, también. "El 70% de estas mujeres vieron cómo mataban a sus familias delante de sus ojos. Así que sus mentes simplemente se cerraron y se negaron a ver más....
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