En 1872 ya se podían enviar mensajes directamente desde Londres hasta Sídney. Había redundancia en los cables para evitar que partes del imperio quedaran aisladas debido a un sabotaje, y hasta se tenía el objetivo de que cualquier cable submarino debía emerger en territorio del Imperio Británico. Antes de la Primera Guerra Mundial se estudió la capacidad de resistencia frente al sabotaje de la red y se determinó que se debían cortar 49 cables para aislar a Gran Bretaña o 15 para dejar a Canadá sin conexiones con el resto del imperio.
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