Fieles de todo el mundo llegan a Jerusalén todos los años para depositar mensajes con ruegos y deseos entre los huecos y grietas de las piedras del llamado muro de las lamentaciones. Cada seis meses los papelitos son recogidas en bolsas y quemados en el Monte de los olivos. Seguidores de variadas creencias van a dejar mensajes a la divinidad en la esperanza de ser escuchados.
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