En un Yorkshire, Inglaterra, castigado por el viento una costa se retorcía con serpientes, Santa Hilda de Whitby, una enérgica noble de Northumbria, cerró los ojos y canalizó el poder divino. La oración que pronunció transformó todas las serpientes, iconos del mal en la mitología cristiana, en piedras y las decapitó en el proceso. Sus cadáveres sin cabeza llenaban los riscos debajo del monasterio que Santa Hilda fundó en 657 d.C. en lo que ahora es la ciudad de Whitby.
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