Alejandro I de Rusia estaba llamado a ser uno de los grandes monarcas de la historia de Europa: tataranieto de Pedro I el Grande y nieto de Catalina II la Grande, tuvo en Napoleón Bonaparte a su némesis política. Después de derrotar al francés y llegar a París erigiéndose como salvador del viejo continente, acabaría sucumbiendo ante su propia paranoia y su muerte a orillas del Mar Negro, en 1825, acabaría dando lugar a la leyenda de que el zar fingió su defunción para convertirse en un stárets, una suerte de asceta guía espiritual ortodoxo.
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