Cuenta una antigua leyenda canaria que, el 1 de septiembre de 1730, en mitad de una ceremonia, una gran explosión hizo temblar la tierra. Del cielo comenzaron a llover cientos de rocas y pedazos de lava que destrozaban todo a su paso. Muchos se salvarían, sin embargo, en esta ocasión el destino quiso que la desgracia cayera sobre la joven pareja. Una gran roca procedente del volcán aplastó a la novia, dejándola sepultada. El novio, al ver la escena, tomó una forja de 5 puntas para intentar mover la enorme piedra y salvarla.
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