Si, como dijo Maillard, la tristeza es el gran pecado de Occidente, Cohen fue un gran pecador. El trinomio sexo, drogas y rock’n’roll no le sirvió de mucha ayuda para evitar ese malestar, sino más bien al contrario, así que se agarró al budismo zen como a un clavo ardiendo. Y funcionó. Cohen había crecido en una familia judía tradicional, y su abuelo materno fue un venerable rabino. Fiel a sus raíces, el cantante nunca perdió su fe judía ni dejó de respetar el Sabbat.
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