Un 4 de septiembre, el último emperador Rómulo Augústulo, que todavía era un adolescente, fue depuesto por el general bárbaro Odoacro. Así, de un día para el otro, desapareció el Imperio romano de Occidente. En los libros está grabada a fuego la cifra de aquel año: 476. Con el paso de los siglos, el recuerdo de esa fecha inspiró a literatos y artistas, quienes imaginaron una estampa catastrófica: hordas de bárbaros brutales paseándose por el Imperio, quemando, saqueando, derramando sangre y convirtiendo en ruinas el impresionante legado...
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