A menudo vemos en los westerns cómo los indios logran comunicarse entre sí o con el hombre blanco mediante una serie de gestos con las manos, a veces acompañados de una transcripción fonética con el tópico infinitivo que introdujo Fenimore Cooper en su novela El último mohicano. Dicha transcripción debería ser innecesaria, aunque se trata de una concesión al espectador para que entienda lo que pasa. Ahora bien, muchos se preguntarán: ¿existió realmente un lenguaje de signos entre las tribus norteamericanas? Y la respuesta es que sí.
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