Horacio lo dejó claro hace ya unos cuantos siglos. La lengua no es de los académicos ni de los filólogos ni de los gramáticos: la lengua es del pueblo. Somos los hablantes quienes la hacemos y le damos forma gracias a ese «uso» que mencionaba el poeta clásico. Por eso es por lo que en nuestro Diccionario existe la palabra «cocodrilo», que debería haber sido crocodilo si atendemos a su etimología latina: crocodilum. Pero no se acepta cocreta a pesar de que el fenómeno es el mismo: porque el uso, los hablantes, así lo han establecido.
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