Creemos que vivimos en una sociedad bastante abierta pero David demuestra que hay infinitos límites en la vida cotidiana y quien los traspasa parece un completo anarquista, como el que hace tres comentarios negativos al camarero sobre la comida, aunque sean verdad o quien dice: “no, gracias” cuando le ofrecen conocer la casa en la que está invitado. Y todos tenemos esos límites. Después de coincidir en la playa con su psicólogo en tanga deja la terapia. Admitámoslo, la imagen nos perseguiría de por vida a muchos.
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