En 1911 se produjo un extraordinario descubrimiento arqueológico en la pequeña localidad costera de Clacton-on-Sea (Essex, Inglaterra). Samuel Hazzledine Warren, un prehistoriador aficionado, que había estado buscando herramientas de piedra simples en un sedimento paleolítico descubrió lo que al principio pensó que era un trozo de cornamenta de animal. Pero pronto se dio cuenta de que aquello era una punta de lanza de madera fragmentada, y así la presentó a la Sociedad Geológica de Londres.
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