En el verano de 1937 la situación entre Japón y China era ya insostenible. El inicio de la guerra no debió sorprender mucho a ninguno de los dos bandos, es evidente que ambos esperaban el conflicto, y así lo manifestaron el 7 de julio de 1937. Las hostilidades comenzaron como unas maniobras militares, se transformaron en un tiroteo entre bandos y acabaron por convertirse en una campaña militar a gran escala que acabaría ocho años después con la rendición de Japón ante los aliados en 1945.
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