El “Adagio” de Albinoni, el “Ave Maria” de Caccini o las piezas para violín de compositores antiguos –Boccherini, Porpora, Martini, Couperin o Pugnani, entre otros muchos– “desempolvadas” por el virtuoso Fritz Kreisler a principios del siglo XX pertenecen a esa inefable categoría musical de obras apócrifas que han alcanzado una notabilísima proyección [...] Hasta el extremo de que algunas de ellas se hayan convertido para el aficionado poco informado –incluyendo a menudo a sus intérpretes– en la única obra conocida de “su” autor.
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