Hace poco me llegó un mail devastador de una persona mayor que se encuentra en una situación médica fastidiada. Se puso en contacto conmigo y me dijo: «Tengo muchas ganas de leer tu próxima novela, pero a lo mejor no puedo, porque creo que me voy a morir». Se expresaba con mucho sentido del humor. Le contesté, le pedí su teléfono, le llamé y le conté lo que iba a pasar. Me respondió que ya se podría morir tranquilo. Nos reímos mucho, le hizo ilusión y pensé que ese ratito había servido para algo.
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