En el set de rodaje de Taxi Driver no había osos de peluche ni palabras delicadas para Jodie Foster. Martin Scorsese venía de orquestar a su trío de machos en Malas calles y Robert de Niro tenía tan interiorizado a su perturbado taxista que no era el compañero que una niña de 12 años pudiera desear. Tampoco hay mucho tiempo para juegos cuando estás interpretando a una prostituta infantil y la trama se desarrolla entre sangre y escenas subidas de tono.
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