«Soy de Barakaldo, que es un pueblo muy especial. Es un pueblo muy industrial, con mezcla de gallegos, extremeños, andaluces, barakaldeses... una mezcla de me cago en diez. En un pueblo de estos que para subsistir tienes que estar muy vivo. ¡Vete tú a robar una pera a Barakaldo! Ahora se está muy encima de los críos. Todo es «peligro», «prohibido», «no se toca». Nosotros teníamos unas restricciones que ahora me hacen gracia. Si se me rompían las zapatillas, me ponía un cartón; sabía que hasta el mes siguiente no podían comprarme otras»
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