El humorista bosnio Jasmin Dzemidzic tenía una broma recurrente para presentarse: “Yo no hago monólogos de stand-up, sino de sit-down”, explicaba sentado en su silla de ruedas. Con dificultades para caminar desde que nació, se valía del humor para quitarle hierro a sus limitaciones y, al mismo tiempo, concienciar al público sobre los problemas de las personas discapacitadas.
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