Tres años después de “Pulp Fiction”, cuando Quentin Tarantino había roto cualquier estadística sobre el “nuevo cine negro de los noventa” a través de la seminal “Reservoir Dogs”, con “Jackie Brown” quedaba a la espera de que sus esquemas, o se repitieran o se revolvieran de alguna otra forma. Todo el mundo estaba atento (unos habían querido ser el “señor rosa”, otros el “señor marrón”), y el estreno de un trabajo nuevo del director norteamericano era un acontecimiento, después de que “Pulp Fiction” había contagiado los gestos, bailes y diálogos
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