Howard descubrió que las nubes, que variaban día tras día, hora tras hora, minuto tras minuto, a menudo eran iguales o, al menos, lo bastante parecidas como para conformar un patrón, independientemente de que formaran unicornios, corazones o gente fumando. La esencia, la textura, se repetía constantemente. A raíz de sus observaciones, el inglés estableció tres tipos de nubes (cirrus, cumulus, stratus) y varias categorías intermedias.
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