El esquema parece repetirse una y otra vez a lo largo de la historia: alguien movido por la ambición personal o por el deseo de ver hechas realidad las ideas sobre las que ha teorizado se mete en la arena política, gracias a su talento logra ascender en la jerarquía, aproximándose cada vez más a ese poder que tanto ansía y le deslumbra, hasta que cual Ícaro ascendiendo al Sol o polilla que se acerca demasiado a la bombilla termina siendo achicharrado sin piedad.
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