Brillante ejercicio de la razón contra la moral. Que consiste en que la frailesa quiere encalomarle expresiones pecaminosas al pensador, muy agresivamente, y este va puntualizando una por una (no es eso lo que he dicho), y aprovechando para poner datos de interés sobre la mesa. Pero a la moral no le interesa el conocimiento, le interesa el pecado. Y especialmente el pecador. Y así una vez tras otra, en fintas y regates sin parar. Al final lo que queda es un destrozo notable de la ideología. Pero elegante, sin sangre.
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