Los humanos han utilizado pieles de oso para protegerse del frío desde hace al menos 300.000 años. Así lo sugieren las marcas de corte en el metatarso y la falange de un oso cavernario descubierto en el yacimiento del Paleolítico Inferior de Schöningen, en Baja Sajonia (Alemania). Esto lo convierte en uno de los ejemplos más antiguos de este tipo en el mundo.
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