La prensa alemana, en cambio, no entendía que Horst pudiese ser titular. Se preguntaba cómo podía el seleccionador confiar en «un obrero de la construcción». No obstante, Horst ya estaba plenamente integrado en Hamburgo. Hasta el punto de que el hombre que le vendió su coche un día le preguntó cómo podía poner los azulejos en el sótano y el jugador, uno de los mejores delanteros de Europa en ese momento, le dijo: «ya te lo hago yo». Y así fue. El hombre, un modesto vendedor de coches, no se lo podía creer. También le pasó lo mismo al médico del
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