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Tras el golpe de 1936, un almacén situado en pleno centro de Palma confinó entre miseria y torturas a más de 2.000 presos, sometidos a la práctica de las 'sacas': los reclusos eran 'liberados' y, conducidos bajo engaño por los falangistas, acababan fusilados. Ahora, este espacio es un cine, la popular sala Augusta.
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