Pienso en comenzar un día abriendo los ojos sin ver nada. Cuando era crío me golpeé en la cara con una barra de hierro y el metal impactó en la órbita de mi ojo izquierdo y produjo un gran corte. Recuerdo esa sensación, horas después, en la cama del hospital. Separar los párpados bajo una gran venda. Ver la oscuridad temiendo que fuera eterna, transformado en un Edipo herido por su propia espada. Veo a este hombre, José Antonio. Era taxista.
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