Al principio, hasta el Renacimiento, eran las fiebres y, después y a la vez, según el lugar, era la malaria o el paludismo. No tenía cura y las mezclas para aliviar las fiebres, hasta el siglo XVII, eran variadas, extrañas, bárbaras y hasta milagrosas. Entonces llegó de Sudamérica, a través de los jesuitas y del Vaticano, el remedio indígena para las fiebres.
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