Reconozco que siempre me gustó andar al raqueo y descubrir lo que las corrientes y mareas dejan en los arenales. Ya lo hacía de niño con mi abuelo en la playa de Alba. Mientras el abuelo buscaba madera para calentar la casa en invierno, yo esperaba que el mar me regalase un indio o vaquero, que habría tenido a la deriva durante años.
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