Hace medio siglo, en medio de la visita de Fidel Castro a Salvador Allende, el influyente artista plástico trasandino Ernesto Deira trajo a Santiago su serie Identificaciones. Siete óleos de estilo neofigurativo que la dictadura militar mandó a quemar y que el propio autor creyó destruidos hasta el día de su muerte. Una trama enrevesada que amenazó con transformarse en impasse diplomático y que hoy llega a su fin con la devolución de la obra a la familia.
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