Los británicos lo tentaron con dinero y un cargo de altísimo rango en su plan para una “Gran Siria”, con los iraquíes y los jordanos. Los franceses lo descubrieron. Y lo utilizaron. Tras una vida dedicada a la ardua política de Medio Oriente, Jamil Mardam murió en el Cairo en 1960, sin que nadie hubiera revelado su secreto.
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