(...) Pero hay un detalle que hace inclinar la balanza hacia la inciativa de Egnacio Rufo: los bomberos de Craso -unos quinientos- actuaban en nombre de éste y, dado que él era uno de los mayores especuladores inmobiliarios de Roma, lo hacían sólo si el dueño del edificio afectado aceptaba venderle su arruinada propiedad después; por supuesto, a un precio devaluado. De hecho, Plutarco cuenta que Craso también creó paralelamente un equipo de incendiarios, encargado de provocar fuegos y así garantizar el trabajo de sus bomberos.
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