Los neoyorquinos se bañan en la Gran Manzana desde finales del siglo XIX, cuando la legislatura estatal aprobó una ley que obligaba a instalar baños gratuitos en las ciudades de más de 50.000 habitantes. El estado creía que era necesario proporcionar instalaciones de baño a las familias de los barrios de viviendas superpobladas, donde las cuestiones sanitarias eran una de las principales preocupaciones. Las casas de baño, predecesoras de la piscina, se utilizaban inicialmente con fines de limpieza y terapéuticos (...)
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