Los 2.000 metros de profundidad fueron durante décadas un mito. «Incluso geológicamente se cuestionaba que fuera posible», asegura García-Dils. Lo cierto es que aquel equipo, integrado por rusos, ucranianos y un arqueólogo y espeleólogo español conquistó metro a metro y año a año el macizo de Arabika, en Abjasia, en el Cáucaso, hasta lograr un hito histórico en las campañas de 2004 y 2005: -2.140 metros. Fue un descenso peligroso, lleno de humedad, frío y conductos estrechos, reflejado ahora en el libro 'Krúbera Voronya.
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