Jerusalén había sido conquistada en la Primera Cruzada en 1099 y, poco después, los peregrinos empezaron a llegar tras recorrer miles de kilómetros en su travesía por Europa. Si eras uno de esos peregrinos, tenías un problema: de alguna manera debías tener lo suficiente para pagar meses de comida, transporte y techo, pero no querías llevar contigo grandes cantidades de dinero, pues te convertirías en blanco perfecto para los ladrones. Afortunadamente, los templarios te podían cubrir la espalda.
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