Con la muerte de Henri Dutilleux en 2013 desapareció una cierta manera de concebir la música y hacerla. Discreto en su vida y en sus declaraciones [...] El espíritu serio no era para él el pórtico de la timidez, sino la garantía de la concentración del pensamiento, la firmeza de la concepción. No había nada gris en él. No teorizó a la manera de Messiaen el rol jugado por los colores en la música, pero el timbre instrumental era esencial para él. Títulos como "Timbres, Espacio, Movimiento o La noche estrellada" hablan por sí mismos.
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