Prestamos menos ayuda a una persona que lo pasa mal si estamos acompañados. No es que delante de todo el mundo nos comportemos como superhéroes para incrementar nuestra reputación. Más bien al contrario: nuestra responsabilidad se diluye porque consideramos que otra persona puede prestar su ayuda. De algún modo es el mismo mecanismo que se pone en marcha cuando, en grupo, nos cuesta menos destrozar el mobiliario urbano. “No soy yo, somos todos”.
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