Pero la cosa no se queda ahí: "Es importante no sólo que la conozcamos, sino que sintamos el orgullo por un pasado que ha trascendido nuestras fronteras". Ninguna institución dedicada a la historia debería fomentar el orgullo por el pasado nacional. Porque entonces ya no hablamos de historia, sino de otra cosa. La historia académica debe servir para reflexionar, aprender y entretenerse. Pero no para crear orgullo. A eso se le llama formación del espíritu nacional. ¿Debe el orgullo eliminarse de la experiencia histórica? No necesariamente.
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