La sorprendente supervivencia sin secuelas neurológicas de la afortunada montañera, Audrey Mash, ocurrió gracias a una feliz combinación de circunstancias, junto al protocolo especial de reanimación al que fue sometida tras su llegada al hospital por la insistencia de dos especialistas. Una carambola del destino donde el peculiar funcionamiento del cuerpo humano ante las bajas temperaturas y la tecnología médica empleada a tiempo consiguieron recuperar a una persona que no estaba clínicamente muerta, sino en un limbo próximo a la muerte.
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