Es útil cuestionar humildemente artículos ajenos y retractar uno propio, siempre y cuando demostremos que lo publicado no corresponde a lo experimentalmente observado. Podemos borrar del mapa caminos que no conducen a ninguna parte. Y por eso es tan importante el gesto de Frances Arnold. Normaliza que hasta un premio Nobel pueda equivocarse de forma no intencionada y deba corregir públicamente sus errores de forma natural para informar al resto de la comunidad científica de que no estaba en lo cierto.
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