A juicio de Habermas, solo descendiendo a la arena de los asuntos humanos, a la realidad, es como la filosofía puede (y debe) hacerse cargo de cuanto ocurre. No desde suntuosos despachos, no desde la vacía erudición, sino desde el terreno pantanoso de los hechos: allí donde nace y surge el conflicto, la herida. Ese es el valor (que no heroísmo) de la razón comunicativa: poner de relieve la importancia de las relaciones que, a través de la palabra, se dan entre humanos y entre distintos periodos históricos
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