Las ventajosas condiciones de la capitulación favorecieron la sublevación de los musulmanes del Albaicín granadino a finales de 1499. Aunque la sedición fue sofocada, su ejemplo se extendió por las zonas rurales, en especial por las regiones montañosas de las Alpujarras y de la serranía de Ronda, obligando al propio rey Fernando a encabezar las tropas que acabaron con la rebelión. El castigo fue severo pero resultó baldío, ya que, a pesar de que se les obligó a convertirse en masa.
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