Los agentes de Scotland Yard no tenían la más remota idea de lo que estaban persiguiendo. “Metían a dos raveros en una sala de interrogatorios y estos no paraban de reírse. Los oficiales no comprendían cómo aquellos chicos podían aguantar tantas horas despiertos. Las fiestas se organizaban en secreto y se promocionaban en emisoras de radio piratas, así que las autoridades asumían que tenía que haber algún objetivo político detrás. La verdad es que no les movía nada de eso. Solo era gente joven que buscaba divertirse al máximo sin gastar mucho.
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