Su segundo centenario pasó sin pena ni gloria. La ciudad cautiva, una vez más, pensaba en su futuro sin conocer su pasado. Capas y capas de maleza, plantas trepadoras, la urbe mirando arrogante por encima del hombro al Parque Jurásico. Demasiada tierra acumulada, excavadoras y hallazgos secretos. Demasiados sus sucesos, su dilapidada narración pasada. Madrid vivía a trompicones, entre promesas electorales y sueños de grandeza que siempre acaban mal. Llegó febrero de 2019 y nada pasó.
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