Que si los hombres son de Marte y las mujeres de Venus, que si ellos no escuchan y ellas no entienden los mapas eran enunciados comunes hace unas décadas. La tendencia viene de lejos, allá por el siglo XVII, y según la científica británica Gina Rippon, catedrática honoraria de Neuroimagen cognitiva en la Universidad de Aston, en Birmingham (Reino Unido), persiste la idea de que se puede asignar un sexo al cerebro, describirlo como masculino o femenino y atribuir cualquier diferencia individual a que se tenga uno u otro.
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