La moral, la costumbre y las más de las veces la religión han alejado del género humano suculentos platillos, condenándolos a la clandestinidad, al tabú y en el peor de los casos, al olvido. En Occidente, por ejemplo, nos sorprende y hasta nos dan asco esos chinos que comen rata y perro o nuestros propios antepasados mexicanos que disfrutaban de orugas, saltamontes y alacranes. Uno de esos sápidos festines es el gato asado, considerado un manjar en el siglo XV, y cuya receta se perdió en el tiempo.
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