Dicen que la obligación de los prisioneros de guerra es intentar escapar para mantener ocupados recursos humanos de sus enemigos que, de otra forma, podrían destinar a la lucha en el frente. Y el alemán Franz von Werra se lo tomó al pie de la letra. Franz von Werra era un piloto de caza de la Luftwaffe (fuerza aérea alemana) conocido por el número de aviones enemigos derribados (una cifra descaradamente engordada), su título nobiliario (más que dudoso) y cierto grado de excentricidad (tenía como mascota un tigre).
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